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ENTREVISTA CON BEGOÑA CALLEJÓN


          Begoña Callejón es una de las poetas más interesantes y excitantes del actual panorama de nuestro país. No ya únicamente por sus poemarios sino por su pensamiento. Aquí dejo la comunicación mantenida con ella. Leed y disfrutad.




Me gusta comenzar preguntando ¿Quién o qué NO es Begoña Callejón?

Solemos definirnos por aquello que nos caracteriza, incluso psicológicamente esto se vuelve una necesidad; por eso, enfrentarnos a aquello que no somos ocasiona una especie de vértigo. Sería algo así como situarte en la cuerda floja. Nos vuelve aún más vulnerables. Por eso Begoña Callejón no es agua sino aire, elemento que no se puede palpar. Tampoco es memoria porque siempre se le escapan los recuerdos de su cabeza; por lo que nunca sería abeja. Y no es papel, es lápiz; no se deja hacer, dibujar. Una vez fue Alejandra Pizarnik, incluso algunas personas la llamaron así, pero no, no, hace tiempo que salió de allí; del encierro blanco. En ocasiones deja de lado la esperanza, para agarrarse al dolor, pero solo a veces; por lo que en ningún momento la atrapa el guepardo. Tal vez, en algún momento, creyó que dejaba de ser humana. Quizá por este motivo no es relato sino poema. Begoña Callejón no es pasividad o conformismo ya que es o trata de ser lenguaje. A menudo le echa un pulso a la seriedad a pesar de no llevarse bien con la ironía. Begoña Callejón no es rigidez porque prefiere lanzarse desde el acantilado. No es pez, es halcón, prefiere la caza. Nunca fue Francesca Woodman aunque lo intentó alguna vez, pero esas veces como tantas otras se quedó estancada mirando a la niña de Stalker. A los vasos. A la posibilidad de.

¿Dices que una vez fuiste Alejandra Pizarnik? Ahora mismo no recuerdo qué famoso escritor dijo que él quería ser Melmoth, el ominoso personaje central de la novela de Maturin. No ser "como" Melmoth sino "ser" Melmoth. ¿Hasta qué punto tenemos que ser primero el pretendido doppelgänger de otros, el doble fantasmal que únicamente se cruza con el original sino en una situación ficticia, para poder llegar a ser nosotros mismos? ¿No podemos escapar del concepto original de persona como máscara?

 Primero te tienes que sentir «como» para luego «ser». Recuerdo cuando en mi adolescencia me aproximé a la poesía de Alejandra, deseaba ser como ella, escribir como ella; después todo fue pasando, fue transformándose. En una ocasión, mientras duró uno de tantos encierros blancos, decidí cambiarme el nombre porque allí nadie me conocía, nadie sabía como me llamaba. Decidí ser Alejandra. Y claro, se produce una disociación extraña y curiosa, algo así como una excitación desconocida. Y en esos momentos, Begoña no llevaba una máscara, Begoña era Alejandra. Supongo que sí, que es posible. Pero esto solo se puede dar bajo unas circunstancias y unas condiciones muy concretas. En nuestro día a día, en lo rutinario, sí creo que llevemos máscaras de protección. Las personas no se muestran como son y no digo con esto que lo considere algo negativo. Simplemente somos diferentes actores dentro de una gran obra. Hay muchos doppelgänger en nosotros. Y me alegro. Existen muchas Begoñas, dependiendo de con quién se relacione o dependiendo de las circunstancias. Aún así nadie llega a conocernos. Y esto no es virulento. No es necesario controlar todo aquello que nos rodea. La libertad que nos proporciona el desconocimiento siempre es sublime. Nos convertimos en un conjunto de garabatos. Somos como viajeros en la larga noche atravesando el infierno musical. Esto es algo adaptativo. Hoy en día pienso que es un halago que te digan: «es difícil llegar a conocerte» porque eso significa que sigues siendo un misterio para esa persona y, por lo tanto, la comunicación futura siempre va a ser más fluida.

En una conversación con el escritor y filósofo Colin Wilson, Robert Graves le dijo a aquel que el poeta debía escribir en la quinta dimensión. Wilson no entendió a qué se refería Graves. Más tarde lo supo: esa quinta dimensión era la libertad. ¿Cuál es, para ti, esa libertad en la que debe desenvolverse el poeta?

La libertad es una palabra inabarcable. Por lo tanto, pienso que el poeta puede sumergirse en ella y salir a la superficie cuantas veces quiera. La pregunta sería: ¿la libertad tiene límites? Pienso que la poesía y por lo tanto los poetas pueden adentrarse en el lenguaje de la forma en la que se sientan más cómodos y no deberíamos ser los propios poetas los que pusiésemos grilletes a esto. De todas formas, no pretendo decir con esta idea que el propio concepto de poema deba desgastarse, darle un mal uso; ya que entonces deja de ser poema para convertirse en algo completamente distinto. La libertad en la que debe desenvolverse el poeta debe ser entendida como cuando miras una obra de Anselm Kiefer, donde las formas, el color o las texturas dejan paso a la imaginación y a una nueva creación. En mi caso encuentro la libertad cuando contemplo otras obras, ya sean literarias, musicales o pictóricas. Dentro del mundo poético me basta con leer a Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik, Chantal Maillard, Ted Hughes, Sharon Olds, Rainer Maria Rilke, Joyce Mansour o Georg Trakl entre otros para sentir esa emoción necesaria y previa a la escritura. Para mí la libertad en la poesía está en la propia palabra. Hay que dejarla respirar, expandirse, jugar con ella. Pero una libertad con crecimiento. Pienso que de alguna manera deben ir cogidas de la mano. Me imagino una gran escalera de caracol donde con cada poema que escribes subes un escalón pero que sabes que no te vas a marear conforme vas avanzando porque puedes agarrarte en cualquier momento a la barandilla que tienes a tu derecha. Poder tomar aire sin sentir ese miedo a la caída también es libertad.

Silvia Plath, Alejandra Pizarnik, Chantal Maillard, Ted Hughes, Georg Trakl... Nombres dorados de la poesía del siglo XX y XXI, pero también todos ellos heridos por una causa u otra, por un trauma o la adicción, el dolor que nunca cesa sino en el suicidio como Plath y Pizarnik o quizás Trakl ¿Es la extrema sensibilidad un sinónimo de desastre? ¿Puede uno o una ser libre únicamente para caer?

¿La extrema sensibilidad es sinónimo de desastre? Es complicado. Si observamos la vida que acompaña a estos creadores y en consecuencia a su obra, podríamos decir que sí. Aunque no es una regla que se manifieste en todos los casos. A nivel psicológico podemos decir que poseer una extrema sensibilidad nos va a hacer más vulnerables y de ahí a que estemos más cerca del desastre hay un paso; aunque puede haber personas con una gran sensibilidad que se vean fortalecidas por otros aspectos de su vida que le impidan caer. A nivel personal puedo decir que, a pesar de tener esa sensibilidad de la que hablamos, debido a una serie de experiencias que he tenido a lo largo de mi vida, me he hecho más resistente a la lluvia. Mis cortocircuitos se han visto mejorados. Pero sí, la sensibilidad o la capacidad de descubrir la belleza donde otros ya han mirado y no han visto nada es necesaria a la hora de escribir. Plath, Pizarnik y Trakl son referentes para mi. Creo que la libertad para caer depende del momento de tu vida. Yo he caído varias veces, pero me he levantado. Quizá lo que impide que esa libertad de la que hablas sea completa es la culpa. Con unas circunstancias o con unas personas determinadas te sientes más culpable que con otras a la hora de tomar una decisión tan determinante, de todas formas, si vemos el caso de estos tres creadores nos damos cuenta de algo: cuando realmente te encuentras abatido y deprimido, la libertad es plena. No puedes soportar el sufrimiento y decides ponerle fin. Plath, Trakl y Pizarnik se suicidaron de diferentes formas y por diferentes causas. En ellos latía un éxtasis musical, una angustia o melancolía que se veía reforzada por sus pensamientos más oscuros y tenebrosos. Creo, sinceramente, que tenemos más libertad de la que pensamos.

En sus estudios sobre la Facultad X, el escritor y filósofo británico Colin Wilson acuñó la expresión peak experience (experiencia cumbre, en español) para referirse al momento en que un repentino sentimiento de bienestar y sensibilidad superior se apodera de la gente; entonces, todo, lo exterior y lo interior, toma otro significado, parece revelado a nuestra comprensión y las cosas parecen tener menos importancia o una importancia leve, volátil. Desgraciadamente, esas experiencias cumbre son escasas y nos dejamos dominar por la insoportable gravedad de aquello pesado, fangoso y oscuro que elegimos dotar de una importancia irreal, introduciéndonos en un bucle del que es difícil salir si uno no sabe cómo o qué le está sucediendo. Colin Wilson sabía sobre este problema de la autorrealización. Su primer libro, "The Outsider", fue un estudio de la trayectoria autodestructiva de muchos tipos artísticos confusos que habían buscado afanosamente una salida para su dinamismo interior en una sociedad que no podía acomodarlos adecuadamente: Van Gogh, Nijinsky, Nietzsche, William Blake, Dostoyevsky o Georges Gurdjieff fueron todos ejemplos de talentos intensos que implosionaron. La lista podría ampliarse perfectamente con los nombres citados antes ¿Es el creador, el poeta un inadaptado? ¿Dónde crees que reside su "fallo", entendido este como esa inadaptación o insatisfacción de un mundo que se afanan en explicar pero no pueden aprehender? ¿Te sientes afín a ese sentimiento?

Creo que el poeta es un inadaptado porque todos los seres humanos somos seres inadaptados. A este nivel no creo que seamos tan diferentes. Unas personas tienen traumas, otras desfallecen con facilidad y otras, simplemente tienen taras que le hacen ver el mundo con filtros un poco más borrosos. De los autores que mencionas me quedo con más cariño con Nietzsche y Dostoyevsky. Dos autores atormentados que nos dejaron escritos que van más allá de lo sublime. Curiosamente a estos dos autores recuerdo que comencé a leerlos con diecisiete años y cambiaron mi forma de ver el mundo. Sin embargo, Van Gogh, a pesar de ser pintor, se asemeja más a mi personalidad, esa bipolaridad subyacente, esos impulsos ansiosos. Donde convive la libertad y el miedo por igual. Entiendo su pintura como latigazos de color en un mundo que aún tiembla. En mi caso, se podría decir que, a pesar de ser una persona positiva, sí decido coger el camino de la destrucción en un momento determinado: tiemblan los cimientos bajo mis pies. Sí diré que el arte yo solo puedo vivirlo la mayoría de las veces desde los extremos. Lo que no quiere decir que sea el único camino. Me gusta estudiar y leer a este tipo de creadores porque veo un reflejo, y eso, en vez de provocarme miedo me produce satisfacción. Respecto a la experiencia cumbre de Colin Wilson decir que ciertamente esta se produce muy pocas veces. Tal vez pasar de ese supuesto estado casi maníaco o visionario a un estado eutímico o con tintes depresivos, sea lo que puede verse plasmado en algunos de mis poemas. Escribir sería algo así como reencontrarte contigo mismo. Enfrentarte a esos deseos antes de que tomen forma de pensamiento, sentimiento o emoción.

En su famoso poema "Poeta negro", Antonin Artaud decía que "un seno de doncella te obsesiona". JG Ballard decía que había que "alimentar" las propias obsesiones. ¿Qué te obsesiona a ti? ¿Cuáles son los temas de tu poesía?

Estoy de acuerdo con lo que dijo Ballard de que de alguna manera hay que alimentar a las propias obsesiones, supongo que de alguna u otra manera eso es lo que nos da forma a los poetas. No podemos escribir otros temas diferentes a los nuestros, a los propios; ya que si lo hacemos dejamos de ser nosotros mismos. Por eso nunca he entendido cuando me dicen: “¿cuándo escribirás algo más alegre?”. Mis obsesiones en los poemas suelen ser aquellos relacionados con el estado de ánimo, trato de reflejar la angustia o soledad de nuestros días. Y el que cuenta o habla a través del poema puede ser un demente, una niña o la propia naturaleza. Esto me resulta indiferente ya que lo que trato de hacer es mostrar cómo en la mayoría de los momentos estamos perdidos, ya sea a través de fantasmas del pasado o por nuestras propias rutinas diarias. Me gusta darle voz tanto a un insecto como a un depresivo. Lo que es fundamental es poder empatizar con todo aquello que nos rodea. Antonin Artaud también dijo: “allí donde otros exponen su obra yo solo pretendo mostrar mi espíritu” y pienso que en mi caso es también así. Pese a que en el poema existen elementos ajenos a ti también hay inevitablemente una fuerte carga emotiva. En las palabras que forman el poema yacen tus propias experiencias y de esto, como de tantas otras cosas, no se puede huir.

Rimbaud escribió: "Yo soy otro". Se ha escrito largo y tendido sobre el posible significado de ese lema. Podríamos pensar que significa que el poeta está poseído por algo otro que le fuerza al mundo de la imaginación o bien que el poeta trata habitar la circunstancia del Otro. Tú dices no poder escribir otros temas a los propios porque dejarías de ser tú misma pero luego dices que quien habla a través del poema puede ser "un demente, una niña o la propia naturaleza" ¿Cuánto de tu espíritu, siguiendo el postulado de Artaud, se expone en el poema a través de la voz de otros y de qué modo lo integras no ya en tu escritura sino en aquello que eres como persona? Espero no ser demasiado críptico.

La otredad básicamente nos hace percibir al otro como alguien diferente, ajeno a uno mismo. La psicología, la antropología o la sociología han utilizado este concepto a lo largo del tiempo. No podemos percibir esto con un matiz negativo, porque no lo pretende en ningún momento; supongo que para Rimbaud la existencia de los llamados diferentes nos hace ser conscientes de nosotros mismos. De todas formas, no pienso que exista una contradicción entre las ideas. Tenemos la necesidad de escribir sobre nuestros propios temas u obsesiones y a la vez podemos darle voz a alguien (un demente, niña o la propia naturaleza) que no somos nosotros mismos para que hable a través del poema. Ya que al hacerlo nos posicionamos, marcamos un lugar, una localización. Escribir sobre lo que pueda sentir una libélula o una mosca va a hacer que se entiendan mejor mis emociones. Y en el fondo, esa otredad no existe pura como tal, existe para definirnos, pero no somos tan distintos unos de otros; habitamos en una tela de araña común. Es verdad que no existe el poema y Begoña como tal, por separado; ambos conceptos están comunicados, beben uno del otro. Como persona soy parecida a mis poemas, quizá me exprese con otras palabras y otras cursivas, pero en esencia se puede decir que forman parte de mí. No se trata de ser la costilla de nadie, se trata de moldearte a través de lo que escribes; es un crecimiento a la par, continuo. Y solitario. Pero, ¿es que no tenemos algo de ese demente que no trata de entender en ningún momento lo que le sucede?, ¿o de esa niña que añora ser adulta y cuando es adulta se arrepiente de lo que había deseado?, o una planta, un árbol, ¿quién no ha pensado en la posibilidad de troncharse en algún momento, de que todo llega a su fin?

En mi experiencia en el ejercicio de la escritura los mejores momentos son cuando he sentido un arrobamiento, un "estar en otro lado" o como si no fuera yo mismo quien escribe sino una suerte de médium usado por una potencia o musa, entregado a una especie de escritura automática ¿Te sucede o te ha sucedido lo mismo?

Sí, he experimentado esta sensación, es sublime cuando ocurre ya que en mi caso no suele aparecer con frecuencia. Suelo ser muy metódica cuando comienzo a escribir un libro de poemas. Desde el principio busco la estructura que va a tener el poemario, incluso el posible título; de alguna manera convierto cada poema en una especie de cajita sorpresa en la que aún no sé lo que contiene, pero sí sé donde estará situada. Aún así, cuando me ha ocurrido este “estar en otro lado” ha sido maravilloso porque entro a formar parte de otra dimensión, parece como si esta especie de escritura automática no solo te permitiese dar un salto, sino que te ayuda a que tú mismo te disuelvas, te desintegres. Básicamente se produce una disociación amable. Llena de sentido. De latido. Deberíamos practicar esto más a menudo. En mi caso puedo decir que en ocasiones practico ejercicios de este tipo antes de comenzar a escribir un poema y muchas veces se extrae bastante material de esa primera reacción al papel. Esa disociación de la que hablo considero que nos brinda una apertura; deteriorar el pensamiento y las emociones en algunos momentos nos permite volvernos un poco psicóticos, y pienso que con ello nos vemos libres de prejuicios e ideas forzadas, devolviéndonos, aunque sea con brevedad a la infancia.

El poeta francés René Daumal recurría a ejercicios de respiración yóguica para conseguir estados cercanos a la experiencia extracorporal y necesitaba continuamente recuperar esos peak moments de los que hablábamos antes (como Dostoyevsky ante el pelotón de fusilamiento, cuando, según sus palabras, nunca se había sentido más lleno de vida) Al perderlos, Daumal, sentía esa desconexión con la vida y entonces recurría a métodos más expeditivos o radicales como la práctica del juego de la ruleta rusa (como también hizo en ocasiones Graham Greene) ¿Puedes hablarnos de esos ejercicios que practicas tú?

Yo he llegado a experimentar emociones muy intensas de las que posteriormente he tratado de escribir. Unas veces ha funcionado y otras no. La locura es una de ellas, por ejemplo. Me fascinan las emociones, tanto las de los demás como las propias. He llegado a escribir poemas en los sitios más insospechados, desde las sucias hojas de un periódico hasta en una pared de hospital, pasando por la piel, los pijamas azules y las rebecas viejas. Cualquier superficie puede ser útil. Me cuesta mantener una rutina en la mayoría de las facetas de mi vida, aunque más bien lo que me cuesta es iniciarlas porque una vez que he comenzado a escribir un poemario ya no puedo parar, me vuelvo muy constante y obsesiva. Se podría decir que vivo en esos extremos. Por lo tanto, entiendo lo de esa necesidad de desconectarte de la vida para crear porque lo he experimentado en multitud de ocasiones. La pérdida de consciencia te conduce hacia otros sustratos, otras capas ocultas. Para mí siempre va a ser más fácil describir desde el desequilibrio que desde la razón. Desde una serie de largas noches de insomnio, por ejemplo. Utilizar métodos cada vez más expeditivos suele proporcionar satisfacción, aunque en un principio parezca lo contrario, es un refuerzo en sí mismo; pero actualmente estoy separándome un poco de estas ideas porque las he exprimido bastante. Tendremos que acostumbrarnos a esculpir el tiempo.

En "Belle de jour", la película de Luis Buñuel, el personaje de Catherine Deneuve se entretiene junto a un cliente con una misteriosa cajita la cual desconocemos su contenido; Buñuel no lo muestra, no revela su contenido. Tú hablas de una "cajita sorpresa" en que se convierte el poema. ¿Es esa cajita el secreto necesario de la creación, de lo creativo, un artefacto mágico per se, o es en sí el producto de esa magia?

Considero que esa cajita es el secreto necesario de la creación, no tanto el producto de esa magia. Por ejemplo, Catherine Deneuve, la aburrida esposa del cirujano que trabaja durante el día como prostituta con la intención de vivir sus fantasías más ocultas nos muestra, como muy bien dices, ese secreto necesario. Se ha llegado a decir que esta caja que acompaña a la actriz en la película es de las más afamadas, ¿por qué? Simplemente porque Buñuel no nos muestra su contenido. Abrir el cofre del tesoro del deseo, sí, cada persona guardará en esa cajita algo diferente y nadie sabe realmente que hay en ella. Algo así ocurre con la poesía. Particularmente en mi caso ha ido sucediendo así conforme ha ido pasando el tiempo, conforme he ido creciendo. En un poema sobre un insecto puedo estar hablando de un amor que renace o en un poema sobre un psicótico puedo querer plasmar la decadencia de la sociedad. Y por eso son cajitas sorpresa porque lo que lees a primera vista no es el verdadero camino del poema. Las sucesivas lecturas son las que te ofrecen las muletas para allanar el camino. Otra caja que me viene a la memoria es la cajita azul que aparece en Mulholland Drive. ¿Qué es sueño? ¿Qué es realidad? Profundizar en esto nos puede llevar a la demencia, pero es necesario hacerse estas preguntas sobre todo si escribes poesía. ¿Somos realmente como la poliédrica Naomi Watts? ¿Qué materiales necesitamos para emprender el viaje? El no distinguir qué parte es sueño y qué parte es realidad es algo que me ha sucedido en ocasiones. De todas formas, este abismo al que nos enfrentamos cuando sucede algo así es el que nos permite crear estas cajas de misterio envueltas en celofán de viajero desgarrado. Las cajas son artefacto, magia que, encubierta o no, viene para intervenir (como un cirujano) en nuestra mente.

Volviendo a Graves, él decía que en la experiencia de la Musa la felicidad y el sufrimiento se alternan siempre ¿Qué cantidad de felicidad y de sufrimiento te procura a ti la escritura?

Tengo claro que la escritura siempre me provoca gozo, es decir permito que la felicidad a través de la palabra tome forma. El poema puede mostrar sufrimiento o apatía o dolor, pero en ningún momento eso es lo que yo siento al escribirlo. Tal vez si se pueda partir de una idea de agonía, pero la imagen que trato de atrapar para plasmar en el papel se transforma en el mismo instante que es atrapada. Mis poemas se pueden decir que cabalgan entre la euforia y el dolor, son un poco bipolares, sí, pero lo que pretendo en todo momento con ello es acercarme a ese lector imaginario que coexiste entre esas dos aguas. Pienso que el simple hecho de estar vivos ya nos hace caminar entre ambos polos. Polos necesarios, pero de los que muchas veces huimos por miedo. La cantidad de felicidad y sufrimiento nunca halla un equilibrio, por lo que, si tuviera que decantarme me quedaría con el dolor, con la oscuridad; pienso que mis poemas nacen para habitar solo a algunas almas.

Entonces te conviertes en una especie de psiconauta, un navegante de la conciencia, te introduces en el proceloso mundo de la imaginación y de él vuelves con la imagen que deseas plasmar en el poema ¿De qué armas o equipamiento te sirves para no ser "devorada" por las imágenes trampa, las azarosas, o estas también te sirven en el necesario proceso de aprendizaje y puesta en quiebra?

Las imágenes azarosas nos han servido a todos, en algún momento, de aprendizaje. Si dijésemos lo contrario estaríamos mintiendo. Aún así, conforme vas hallando el camino sí te das cuenta de que necesitas equipamiento, armas que te hagan ser cazadora; es decir, valerte de aquello que te permita cazar para no ser devorada. Pienso que necesitamos la quiebra, ver la grieta para poder salir vencedores; y una vez que nos alzamos hay que ignorar todo aquello que nos paraliza. Hay que sentir que desconocemos lo que es la pasividad, el conformismo, la pedantería o la esterilidad. Como si se tratase de algo nuevo, visto por primera vez. Mis armas serían la impulsividad emotiva, la sinceridad y todo aquello que se atreva a rozar lo sublime. Ser un navegante de la conciencia te permite. Te otorga. Ofrece la capacidad de deleitarnos con un futuro no tan lejano. Aún hoy nos seguimos haciendo la misma pregunta: ¿alguien ha visto alguna vez Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser? Las atmósferas agobiantes, violentas, que nos han tocado vivir o re(vivir), nos seguirían forzando a responder a la misma pregunta. El ser humano se aproxima como un reptil a ese estado proceloso que hallamos en el mundo de la imaginación. Quiere atraparlo incluso antes de que se materialice. En ocasiones solo somos un discurso agónico. Pero siempre, un punto de partida.

En culturas ancestrales el poeta era indistinguible del místico ¿Verdaderamente ve el poeta con otros ojos? ¿Hay poesía sin videncia?

Supongo que sí. El poeta ve con otros ojos, siempre trata de mostrar otros sustratos, trata de profundizar en el alma humana. Escribir un poema es como crear un nuevo cuarto en nuestra mente. Una alacena, un cuarto propio como diría Woolf. Se puede decir que no es necesario ver para hablar de ello. Como dijo Plath: “tus propias limitaciones te crucifican”. No podemos poner límites a la creación, a la poesía; hacerlo solo te llevará al sufrimiento. En el fondo somos como pequeños astrónomos que necesitamos una excusa para la supervivencia diaria. Por lo tanto, la usamos como una especie de videncia, de misticismo. Para el poeta la pared nunca es lisa, siempre verá otras texturas, le gustará palpar con los ojos cerrados para ver qué siente. Se podría decir algo así como que es un guía entre estanques. Podemos estar tocando esa pared con los ojos cerrados y ver colores que tal vez solo existen en nuestra mente. El poeta no solo escribe sobre aquello que ha vivido o experimentado, incluso diría que va más allá y le gusta jugar con aquello que le atemoriza, que solo llega a rozar. Con la ilusión de lo no creado o no nacido. Siempre es más fácil comunicarte con un deseo que con una realidad.

Hay una imagen a la que he recurrido en varios de mis propios relatos: la pared quebrada, cuyas rajaduras se muestran como alfabetos insólitos que el/la protagonista ha de descifrar. Un sueño recurrente desde mi juventud es aquel en el que entro a una habitación y una potencia extraña me habla bien en una lengua que desconozco o a través de esas quiebras en la pared, de donde surge la presencia. Con el paso del tiempo y la recurrencia del sueño he aprendido a descifrar ese lenguaje y también a dejar de temer en/al propio sueño, cosa que ocurría cuando era un adolescente. Dices que para el poeta la pared nunca es lisa ¿Son esos desconchados, esas grietas, mellas, rajaduras... el deseo con el que comunicarse? Bataille, a través de Kojève, dijo que el deseo transforma el objeto de deseo, algo que a mí me fascina y me hace interrogarme por la naturaleza misma de mis deseos...

Es importante dejar de temer a los sueños ya que cuantos más fantasmas nos acechen más difícil es enfrentarse a la realidad. Todos tenemos o nos enfrentamos a algunos miedos de forma diaria, recuerdos que consiguen que nos abracemos a las tinieblas y nos impidan una visión adecuada; por ese motivo pienso que hay que canalizarlo. El poeta lo hace a través de los poemas. Y ahí es donde aparece la pared. Una pared desgastada en algunos momentos y en otros, cubierta de grietas. Cuando aparecen las grietas por lo menos se plasma esperanza, damos paso a la luz; como ya dijo Leonard Cohen. El deseo de comunicación siempre está ahí pero como he comentado anteriormente ese concepto de comunicación es muy amplio. La comunicación no verbal por ejemplo nos ofrece multitud de posibilidades. Lo que plasma Baitalle es sobrecogedor ya que el objeto de deseo para mí se trasforma en el mismo instante en el que es deseado, ¿qué es lo que permanece y qué es lo que se transforma? Nada permanece inalterable o por lo que menos es lo que le ocurre a la pared del poeta. Rubén Martín escribió en su libro Sistemas inestables algunos poemas que hacen referencia a este concepto. «Hay que entrar en el acto de mirar esa pared igual que se penetra por primera vez un templo», Rubén ya nos avisa de esto a lo largo de una serie de poemas en el libro antes mencionado. Hay que atravesar la grieta, con cuidado, pero nunca tener miedo de hacerlo. No sabemos que hay al otro lado, pero debemos atrevernos a descubrirlo. Estoy convencida de que la poesía nos guía a través de la oscuridad. La poesía es conductora. Igualmente, Rubén aquí nos señala algo más: «La realidad es rígida: bastaría una idea, una pregunta demasiado intensa, para resquebrajarla». Y aquí vuelvo a insistir en la idea que comenté al principio, nos situamos continuamente en la cuerda floja. Creemos que la realidad nos proporciona seguridad, pero no hay nada más firme para alejarse de ella. No andamos sobre suelo seguro, andamos sobre arenas movedizas. En cualquier momento: caemos.

¿De verdad crees que la poesía nos puede guiar en la oscuridad?

Sí, en esto soy rotunda. Me imagino un camino tortuoso, ciénagas verdeazuladas y dedos que han perdido la capacidad de acariciar. Y ahí, donde la oscuridad parece que ha atrapado a su presa como una rapaz misericordiosa es donde la palabra, el lenguaje, trata de sacar a la superficie la voz silenciada. A los píxeles de la vergüenza. La poesía es la mejor traductora del dolor. No creo en una felicidad completa y tampoco creo en la moral, ya lo dijo Alejandra Pizarnik, “la moral es la gramática del deseo”. ¿Qué es el deseo? Un movimiento, tal vez la voluntad, un anhelo. ¿El apetito? Solo sé que si nunca esperas nada de él nunca te decepcionará. No necesitamos un guía para que nos conduzca por la oscuridad, nosotros mismos somos la mejor guía. En mi caso, por ejemplo, trato de dejarme llevar por esas tinieblas; ya sea como poeta o como lectora, dejar que usurpe mi identidad. La opacidad luminosa, un continuo de luz y oscuridad. Esa nebulosidad puede llegar a ser una sombra en la escritura, tu otro yo, la oscuridad se camufla debajo de tu abrigo. Se pone tus zapatos y pretende andar con ellos. Considero que es un regulador emocional, una ventana de activación, un moldeamiento.  Un trasmisor.

"Dedos que han perdido la capacidad de acariciar". Es una imagen bella pero terrible ¿Nos hemos vuelto (quizás siempre o hayamos sido? muñones de nosotros mismos? ¿Somos espíritus amputados? Por otra parte: "¿El apetito? Solo sé que si nunca esperas nada de él nunca te decepcionará" me suena al pensamiento de ciertas filosofías orientales que dice que, lo mejor de todo es estar muerto ¿Sirve este pensamiento para el pensamiento occidental más orientado a la acción?

En mi poesía siempre se entrelazan imágenes bellas y terribles. Me gusta jugar con ellas, balancearme en el columpio de la infancia añeja. Hay más dedos que han perdido la capacidad de acariciar de lo que pensamos. Sí, considero que somos muñones amputados. Somos carencia, siempre partimos de ahí. Carestía. Perturbación. No somos seres completos, somos seres a los que les han amputado una de tantas sombras, cada uno tendrá su disección individual (tendrá que enfrentarse a ella) pero básicamente existe una idea común: somos lisiados, pieles que se sorprenden de que algo o alguien pueda rozarles. Es cierto que si no esperamos nada de aquello que nos rodea el asombro va a aparecer como luz visionaria. Deberíamos aplicarnos esto a las diferentes facetas de nuestra vida. Las filosofías orientales suelen atraer sobre todo porque vemos en ellas aquello que no vemos en la nuestra, se podría decir algo así como que siempre deseamos aquello que no tenemos. El pensamiento occidental está orientado hacia la acción mientras que el oriental lo estaría hacia la calma. Necesitamos escapar de la actividad, cobijarnos en un nuevo útero. Acurrucarnos en un lugar donde podamos cerrar los ojos y comprobar que no se nos demanda nada; que únicamente estamos ahí para sentir nuevamente esa capacidad de acariciar. Me atrae el budismo, esa idea o preocupación respecto a poder liberarnos del sufrimiento; el estudio de ese camino que nos conduce hacia la liberación. Las tres acciones del budismo, por utilizar la misma línea, podrían ser la ética, la meditación y la sabiduría. Tal vez nos deberíamos refugiar en el Dharma con más frecuencia.

¿En qué momento comprendiste que la escritura te había atrapado y que sin ella algo fallaba o estaba incompleto?

Es difícil recordar cuál fue ese primer momento ya que como todo instante de placer es poco reconocible el momento de su aparición. Recuerdo que de niña tenía pavor a escribir un diario, me aterrorizaba que alguien de casa pudiese leer todo aquello que se me pasaba por la cabeza, supongo que por eso cerraba con fuerza los ojos, apretaba los puños y me decía a mi misma: “no olvides esto jamás”; promesa que no pude cumplir. Más tarde en la adolescencia, sí tenía libretas llenas de poemas, pero siempre las guardaba bajo llave y no permitía que nadie las leyese. Con el paso de los años ese miedo pasó y decidí publicar mi primer poemario (2006). Supongo que muchas veces nos podemos sentir dentro de alguna jaula, jaulas hay muchas, y en ocasiones cuando esto ocurre nos refugiamos en ellas sin dar pie a la lucha. Pero cuando luchamos, los protocolos desaparecen y se da paso a la intimidad.  Actualmente puedo decir que si no fuese por la escritura me sentiría incompleta. Llega un momento, sin saber como, que las palabras forman parte de tu piel, de tus sentidos; sin ellas no podrías relacionarte con aquello que te rodea, necesitas escribir para poder seguir viviendo.

Alguien podría decir que tu modo de lucha, escribir, la poesía y todo lo que conlleva bajo mi modo de entender, sobre todo en la transformación que experimenta el poeta en su devenir vital ("Cambiar la vida", gritó Rimbaud. "Cambiar la vida. Transformar el mundo" hicieron suyo el lema los surrealistas),  no es una lucha demasiado práctica para aquellos que la lucha únicamente puede darse en el plano del activismo y lo político ¿Te molestarías en sacarles de su error? ¿No es acaso terriblemente "político" el trabajo, la lucha sobre uno mismo?

Antes si me hubiese molestado en sacarles de su error, ahora no. Me agota ver que las personas no practican una escucha activa. La mayoría de las veces el ser humano se pone tapones en los oídos cuando alguien va a mostrar otro punto de vista diferente al suyo, con lo fácil que sería admitir que hay otras dimensiones y que podemos estar equivocados o que podemos enriquecer nuestra propia visión. Y tal vez con esto me contradiga, tal vez sea vasta, tal vez contenga multitudes. No sé, pienso que el concepto político que planteas ya se ve reflejado en esa lucha que mantenemos con nosotros mismos. Los poetas trasforman, aderezan. No creo que yo por lo pronto cambie el mundo, pero mi espacio más cercano sí. Según Rimbaud, si cambias tu vida, la vida de los que te rodean, estás cambiando el mundo; se podría decir que estoy de acuerdo en parte. Entiendo lo de la transformación porque es real, palpable, lo he visto; pero el hecho de que sea una transformación mayor no lo veo tan claro. No lo veo así por lo mismo que he comentado más arriba, es difícil que las personas acepten hoy en día otra visión del mundo diferente a la suya. Lo político no tiene por qué ser algo evidente. ¿Qué no es político hoy en día? La lucha puede presentarse desde diferentes ópticas, adopta diferentes trajes. No se debería apartar con tanta pericia. Todo es cuestión de límites, deberían difuminarse. No debemos olvidar, apartarnos del centro del caos.

Paul Celan decía que "Algo sobrevivió en medio de las ruinas. Algo accesible y cercano: el lenguaje". Sin embargo William Burroughs pensaba que el lenguaje era un virus del espacio exterior que nos había infectado tomando control de nuestros pensamientos ¿Es posible conciliar la imagen de Celan y la de Burruoghs?

En mi caso me siento más cercana a Paul Celan, a sus imágenes, a su palabra; aunque lo que plantea Burroughs se hace necesidad también. Por lo que tal vez ambas ideas estén más unidas de lo que pensamos. Básicamente son dos caras de una misma moneda; y se pueden utilizar como tantas otras combinaciones posibles: veneración-desprecio, ilusión-melancolía, placer-dolor. ¿Evocar un recuerdo? ¿La grieta que los separa y los une al mismo tiempo? Celan nos plantea que la salvación la podemos hallar a través del lenguaje, incluso tras las ruinas o, mejor dicho, gracias a ellas. ¿Sería posible renacer sin haber ascendido desde ellas? El lenguaje sobrevive, ¿lo único? pero ¿qué es el lenguaje? Para mí el lenguaje es tacto, es gesto. El lenguaje es culto, idolatría; un homenaje a la existencia. Para Paul Celan la caída es el inicio, “¿quién dice que se nos murió todo cuando se nos quebraron los ojos? Todo despertó, todo comenzó”. A pesar de ello, pienso que ambas ideas, la de Burroughs y Celan, pueden unirse a través de la infección, es decir a raíz de la falta de control. Al escribir puedes experimentar, según el momento, una u otra idea, pero como he dicho se verían marcadas por el instante, siempre por el instante.

La idea del lenguaje como falta de control me parece interesante, y sin embargo la experiencia cotidiana nos hace entender todo lo contrario: el lenguaje como control, programación neurolingüística. Combinaciones dicotómicas, binarias, blanco o negro, conmigo o contra mí, inoculadas desde los medios de comunicación y otros estamentos y tan extendidas que incluso la gente que nos rodea -amigos, conocidos, compañeros de trabajo, familiares- lo utilizan de modo inconsciente ¿Cuáles serían, en tu opinión, las armas de las que habría de proveerse el común de los individuos contra esa manipulación? ¿Es posible revertir la situación?

El lenguaje debe reflejar una falta de control para ser lenguaje comunicativo (el mío), salvaje, llegaría a decir; estoy convencida de ello. La psicología siempre ha tratado de romper esas distorsiones cognitivas que consisten en tener pensamientos rígidos y dicotómicos. Habría que buscar esa alternativa, esa respuesta racional que no deja de ser salvaje por ser racional. No quiere decir que este pensamiento no se dé, claro que se da, lo que ocurre es que está sobrio; y a pesar de ser lenguaje, no es el lenguaje del que yo hablo. El que yo contemplo. Necesito esa pureza del impulso. El pensamiento de todo o nada nos hace ver en categorías extremas todo lo que nos rodea. Si los resultados que alcanzamos no son plenamente aquellos que queríamos, ¿nos consideramos un fracaso? Esta idea de comportamiento alterado se puede aplicar al lenguaje igualmente. Es cierto que existe una manipulación en nuestra sociedad al respecto, pero depende de cada uno el valor que le quiera dar a esto. Nuestra tarea consiste en mirar detrás de los espejos. Percibir los engaños. Hay que penetrar la ilusión. Somos aquello que pensamos y, por lo tanto, aquello que sentimos. ¿Podemos hacer algo contra la manipulación que se ejerce sobre nuestra existencia? Pienso que sí. Aunque la pregunta sería otra: ¿queremos cambiar realmente? El ser humano se acostumbra con facilidad a aquello que le atormenta. Somos así de sedentarios.

Y hablando de lenguaje ¿Es el lenguaje humano un fracaso, un revólver cargado con proyectiles hechos de pensamiento a medio digerir dispuesto a ser disparado a la mínima ocasión?

El lenguaje nunca puede ser considerado un fracaso. Sí es verdad que muchas veces cuando nos comunicamos puede percibirse que se trata de un revolver con proyectiles hechos de pensamiento a medio digerir; tal vez por eso no me gusta hablar demasiado, pienso que el silencio por sí solo ya nos ofrece un lenguaje enriquecedor en muchos momentos. El silencio no es un tobogán oxidado sino el lazo que viene a unir un mundo que se desintegra con las palabras vacías. Los ruidos cotidianos son lenguaje, el sexo es lenguaje, el abandono es lenguaje. El humo de una chimenea se convierte en lenguaje en el momento en el que nos percatamos de su existencia. ¿Seremos el gato de Schrödinger? ¿O simplemente los espectadores? Un experimento, un 50%, la ampolla que no se va a abrir. Panorámicas que se alzan como vicios individuales. Un hábito o rasgo de la personalidad. Un celo. La palabra es acto, una imperfección. Una costumbre poco domesticable. El lenguaje humano se expande desde su centro, son evocaciones de un futuro que aún no ha ocurrido. 

¿El futuro va a ocurrir? ¿No tienes la sensación de que vivimos en una especie de "futuro suspendido", de presente continuo que, al menos en la cultura, no puede avanzar sino es a través de una repetición perpetua de modos culturales pasados?

El futuro no existe como tal. No nos situamos en una línea recta, no hay un continuo. ¿Dónde comienza la historia? ¿En qué momento se produce el primer punto de giro? Podemos empezar a contar nuestra historia desde cualquier punto que elijamos porque sería falso. No existe ni el principio ni el final, nos movemos atrapados en una rueda para roedores. Una rueda silenciosa, un juguete con el que nos ejercitamos dentro de una posible jaula. No sé muy bien si tenemos la posibilidad de escapar, pienso que sí. Saltar de una jaula a otra (de una caja a otra). Recorrer algo más de 9 km en una noche porque somos ratas impacientes. La necesidad de actividad es continua. No mantenemos un comportamiento estereotipado, la exploración es gratificante. Consideramos que el futuro está suspendido cuando sentimos la caída; es decir, somos conscientes de lo que vivimos cuando peor estamos ya que los momentos de felicidad o placer pasan como estrellas fugaces. Solo podemos decir que alguna vez fuimos felices. Es difícil atrapar el momento. Todo se repite una y otra vez. El cambio existe, pero la historia sigue repitiéndose, sigue sonando la misma melodía. Denis Villeneuve ya nos lo recordó en Arrival. Enfocar el mundo desde esta ciencia ficción en la que vivimos puede llegar a percibirse como atrevido, audaz y tal vez temerario. La propuesta de lo imprevisible es necesaria igualmente, en ocasiones hay que echar un pulso con ella. No debemos olvidar que la estética y la atmósfera de nuestro universo solo son belleza; calculada, pero belleza.

En mi opinión, la comunicación dada por el poema se desarrolla más en un nivel intuitivo que racional, las conexiones que entretejen cada una de las palabras se encuentran bastante más allá del arreglo intelectual ¿Crees que esto es así o por el contrario das prioridad a la intelectualización del poema?

En mi caso puedo decir que comencé dejándome llevar por lo intuitivo antes que por lo racional. Las imágenes que plasmas en el papel deben mantenerse puras de alguna forma, sobre todo en la poesía. El arreglo intelectual es necesario en las últimas revisiones de un poema, pero debe perdurar la esencia. Siempre me ha resultado difícil encontrar el punto medio en este tema; supongo que se podría decir que antes me dejaba llevar más por lo intuitivo y ahora hay una cuerda en una cajita en mi interior que tira más hacia lo racional. Aún así, siempre he pensado que las emociones deben mantenerse fuera del pensamiento lógico y no creo que se modifique mucho esta idea por mucho que esa cuerdecita tire de mí. La devastación del mundo tiene que representarse de alguna forma ¿y qué mejor forma que a través de la escritura? Igualmente hay que dar cabida a esa civilización en descomposición que se nos presenta en ocasiones, a las llamas de la cotidianeidad o al deseo. Y la grieta, siempre la grieta, ese paso hacia lo poético.

Las emociones y los mundos devastados ¿Tienes la sensación de que de algún modo mucha gente trata de imponer sus "opiniones", su pensamiento, y que éste, éstas, no son más que la exhibición de emociones de su "mundo propio devastado" y que los demás acaten su visión negativa, de víctima?

Desde luego, la mayoría de las personas tratan de imponer sus opiniones con la única idea de afianzar su supuesta personalidad. Es triste darse cuenta de que en innumerables ocasiones se habla solo para escucharse a uno mismo. Para marcar una diferencia. El jeroglífico no debería situarse siempre desde la diferencia, debería encontrar también su significado desde la unidad. Hallar lo común, asistir a la plegaria de la comunidad. Esto se puede percibir en la época que nos ha tocado vivir, sobre todo en este 2020. Cierto que hay personas que se podría decir que disfrutan victimizándose, no me refiero a aquellas que tengan un problema real, me refiero a todas esas otras que han aprendido por sistema que si reaccionan de una determinada forma (negativa en este caso) van a obtener un refuerzo por ello. Las emociones hay que exhibirlas, pero hasta cierto punto, no más allá de una realidad o una necesidad.

¿Sigue siendo el papel del poeta el mismo en pleno siglo XXI que siglos atrás cuando la voz de éste era escuchada en un mundo cuya percepción era otra?

El papel del poeta va cambiando, no sé si evolucionando, pero sí cambiando. De alguna forma el grito siempre ha estado presente se trate de la época que se trate. La melancolía, presente como un caracol tras la lluvia, necesita sentir añoranza de lo que no se posee. El poeta siempre ha echado de menos, el poeta tiene una lucha interna con la relación mundo-hombre. Abrirse paso entre las zanjas para buscar las palabras como marionetas tras un bombardeo. ¿Soy mujer o niña? ¿Humedad o barro? Todavía me lo pregunto, supongo que por eso sigo escribiendo. En el siglo XXI hay que tener cuidado como en otras épocas con las bandas de saqueadores, con la conciencia mohosa, con el espíritu que yace bajo tierra. Pero, de todas formas, es un momento en el que hay que refugiarse en la palabra, en el jardín de juegos y olvidar un poco la herida. Sabemos que está ahí y que en ocasiones sangra. Igualmente sabemos que hay que partir de ese instante para que las expectativas se acurruquen tomando forma. Creciendo. Nos movemos en el hambre. En el ansia. Necesitamos cavar desde nuestras entrañas para olvidar la queja y sentarnos a contemplar la puesta de sol.

¿Es entonces la persona un ente "hechizado", "frecuentado" por formas repetidas, por fantasmas melancólicos, con el riesgo de que dichos hábitos se conviertan en obsesiones de carácter negativo, de "conciencia mohosa", de "espíritus que yacen bajo tierra"?

Tengo que reconocer que a título personal me ocurre justo esto. Las palabras o imágenes que asaltan mi mente, que se cuelan en ella, la mayoría de las ocasiones parten de alguno de mis fantasmas melancólicos. Los arrastro conmigo, los devoro, aunque a veces me voy desprendiendo de alguno de ellos para que la carga no sea tan pesada. Ese hábito puede contaminar, puede hacer que se extienda por mi cuerpo como una capa de moho. Sí considero que tiene ciertos tintes de negatividad, pero así es el contagio. La curiosidad en Barbazul, por ejemplo. No podemos desprendernos de ella. ¿Realmente no mirarías en ese cuarto prohibido? Una de mis obsesiones es conocer la verdad, la verdad absoluta de las cosas; y esto, en ocasiones puede llegar a ser un tormento. Por lo tanto, si un fantasma te brinda la posibilidad de escribir un poema no puedes decirle que no. La llave que abre la cajita azul de la que hemos hablado aparecería de nuevo aquí. Sería algo así como convertirte por unos instantes en un personaje de una de las fotografías de Diane Arbus, grotesca y bella a la vez. De todas formas, no todos los poemas se escriben desde este punto de partida. El hechizo que atrapa a cada poeta es intransferible. Para llegar a La Zona debes hacerlo desde el sufrimiento. Aquellos que han perdido la esperanza serán los únicos elegidos para adentrarse en ella. Y me imagino que sería como alcanzar una paleta de Zobel, serena y rasgada. Los espíritus que yacen bajo tierra reptan, sin súplicas, implacables en su marcha. Intentan alcanzar una especie de nirvana. Pero solo lo alzarán cuando lleguen hasta ti. La curiosidad es palabra. Y con ella vuelvo al lenguaje, a ese implacable círculo que se nutre de pétalos de nenúfar, a ese fotograma de «Cuentos de Tokio», a ese sake seco que crees probar por primera vez. La curiosidad mantiene viva a la célula.  

¿Sueles extraer conclusiones de tu escritura? ¿Por qué lo haces? ¿Adónde se dirige? ¿Tiene algún sentido? ¿Debería tenerlo?

Suelo extraer conclusiones de mi escritura desde que sitúo la primera palabra del poema. Aunque estas sean emocionales, purgativas. Necesito hacerlo porque para mí la escritura sin emoción no tiene fundamento. A pesar de que a veces cuando escribes es algo mecánico se vuelve necesario una conclusión o un juicio. En cada poema hay una parte de mí, aunque esta sea indescifrable para algunas personas; por eso, cuando escribo necesito otorgarle un valor. Al hacerlo me dirijo hacia un nuevo camino, un camino donde trato de perfeccionarme, en el que trato de tener más cuidado con aquello a lo que intento dar forma. Básicamente una búsqueda o estado maníaco. O no, o tal vez todo se trate de una venganza, donde el espíritu se libera. Escribir te convierte en más humano si cabe porque tu piel reacciona a una gota de lluvia, a un parpadeo, al leve aleteo de un colibrí. Sería algo así como adentrarte en La Zona y elegir una estación del año, la que más te apetezca en ese momento. Elegir un clima, una textura, una emoción. Yo personalmente me quedo con la nieve, con el invierno. Con lo rugoso, con la deformidad. Con la melancolía.

¿Qué hay en La Zona, Begoña?


Es difícil imaginarse que habría en La Zona. Incluso diría que es imposible. Quizá lo que descubriésemos allí nos sorprendería tanto que nos costaría interiorizarlo porque no se parecería a aquello que habíamos imaginado. ¿Qué podemos esperar de un lugar donde las ramas de un árbol se agitan, pero no percibimos ningún sonido? El silencio. Algo tan necesario y útil pero que a veces se puede volver contra nosotros. El Stalker busca la fe en sus viajeros y le entristece que no sean capaces de adentrarse en La habitación, lo siente como una derrota; pero yo me pregunto: si La Zona es un espejo y se transforma según se avanza por ella, ¿quién es el Stalker que nos guía a través de La Zona particular de cada uno de nosotros? El Stalker puede adoptar muchas formas, creo que nos encontramos con más de uno a lo largo de nuestra vida, lo importante es darse cuenta de que es un Stalker. Nuestro guía. Deberíamos acostumbrarnos a centrarnos en aquello que estamos viviendo, en el presente; todo lo demás es una invención. No debemos olvidar tampoco que en este trayecto los peregrinos que son guiados a través de La Zona creen saber en un principio cuál es su mayor deseo, pero se supone que cuando entran en La habitación no necesitan decirlo, La habitación conoce cuál es tu verdadero deseo; ¿estamos preparados para algo así? ¿lo estamos realmente? Pienso que no todo el mundo lo estaría, sería estupendo que no se sintiese miedo y que en un momento dado nos atreviésemos a entrar, pero no siempre sucede así. En un primer momento yo pienso que sí entraría en esa habitación, lo que no sé es lo que ocurriría una vez que hubiese entrado. O tal vez a lo mejor esto también forma parte del deseo. Puede ser. Los deseos más íntimos no llegan a un plano racional, tal vez lo rozan, aunque no llegan a la superficie. Creemos añorar o desear algo, pero tal vez ese deseo no sea más que una máscara de nuestros verdaderos deseos más ocultos y que la mayoría de las veces no queremos ver. Tarkovsky nos regala el agua como concepto de cambio; todo fluye o no. Quién sabe. Un pequeño imaginario, una ciencia ficción psíquica. Nos encontramos con un dios que se derrama, que se derrite a través de los árboles; de la naturaleza. En La Zona. Para dar paso al silencio, lejos de la ciudad donde el ruido está presente en todo momento, los trenes, el montacargas. Pero la fe siempre llega y tiene que ser la hija parapléjica del Stalker, Monita, la que proporcione esperanza en ese instante en el que a través de la telequinesis consigue que los vasos de la mesa se muevan. Una escena brillante, con la que no puedo evitar sentir un estremecimiento cada vez que la veo. Pienso que incluso aquellos que no creemos o que ya hemos perdido la capacidad de creer necesitamos más a menudo ver a la representación de esta niña para que nos derrumbemos y para que nos demos cuenta de que la fe es necesaria. Desconozco lo que hay en La Zona.

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